Se define como una mezcla entre actor y marionetista: «Conseguimos que los personajes cobren vida haciéndoles andar, hablar y expresar sentimientos, como si fueran seres reales que sienten y piensan. Cada movimiento y cada expresión que ves en la pantalla es así porque el animador así lo ha hecho, en ese preciso momento. Desde un paso, hasta un parpadeo», relata en un comunicado de la UPV.

Ese es su trabajo, y lo consigue a través del programa de ordenador ‘Maya’, que manipula una figura en tres dimensiones como si fuera un maniquí. Descubrió su pasión en unas prácticas de Ingeniería Informática de la asignatura de Imagen sintética, de la especialidad de multimedia.


Trata de plasmar en los personajes expresiones, gestos y movimientos, de forma que el espectador se crea lo que está viendo y sea capaz de empatizar con ellos. «En las películas no nos asignan personajes para que nos especialicemos en ellos durante toda la producción. Lo normal es trabajar en las secuencias ya escritas y listas para animar, y eso supone animar cualquier personaje y en cualquier orden», explica Carmona.

Intenta ser «lo más original posible a través de gestos y detalles», para que la interpretación del personaje que le toque animar sea lo más interesante posible para el espectador. Es consciente que gracias a su trabajo consigue llegar a muchísimas personas y puede «hacerles reír, emocionarse o simplemente entretenerles un rato, cosa que no está nada mal».

«Si eres fan de los minions y quieres verlos en sus primeras aventuras, con Gru de niño, tienes que ir a verla», asegura el ingeniero informático. El contrato de confidencialidad le impide avanzar nada más de la película.

Llegó a la animación gracias a unos ejercicios en ‘Blender’ (software de modelado, animación y ‘render’ en 3D) que fueron una especie de «revelación» para él. Después terminó la carrera y redirigió su carrera profesional hacia la animación.

GOYA A SU PRIMER CORTO DE ANIMACIÓN

Y empezó con buen pie, porque el primer corto de animación en el que trabajó, ‘El vendedor de humo’, ganó un premio Goya. Fue el resultado de unos seis o siete meses de trabajo en el proyecto final que hizo la promoción de 2011, en un curso de 3D de una academia valenciana que acababa de empezar. Un galardón que les hizo pensar que «lo estás haciendo bien» y les motivó a continuar. «Pero, lamentablemente, no hizo que me llovieran las ofertas de trabajo», rememora Carmona.

Después de tres años trabajando en València, gracias a un amigo se enteró de una oferta laboral en Illumination MacGuff, la compañía francesa de producción de largometrajes animados propiedad de Universal Pictures. Envió su currículum y un vídeo con los mejores planos que había animado hasta el momento.

Al día siguiente le llamaron por teléfono para hacer una entrevista por Skype. «Cuatro meses después estaba en París y animaba los ‘minions’ por primera vez», relata. Allí, «rodeado de los mejores animadores de Europa», puede aprender y mejorar cada día y ha encontrado estabilidad haciendo lo que le gusta.

El trabajo es «muy exigente», aunque transcurre en un ambiente agradable: «La gente, en general, es joven, abierta, con mucho sentido del humor, y encima nos dan bastante libertad. Es la combinación perfecta para crear un ambiente divertido, potenciar la creatividad y que se note en nuestras animaciones».

DISNEY O PIXAR, OBJETIVOS

Su objetivo en el ámbito de la animación es alcanzar el nivel suficiente como para transmitir lo que quiere comunicar con cada personaje, de la forma más precisa posible. «Algo que no es nada fácil», reconoce el ingeniero.

Y asegura que le gustaría trabajar en Disney o Pixar: «No hay estudio más grande, ni con más nivel en cuanto a animación que esos dos. Han escrito la historia de la animación y siguen haciéndolo año tras año y, por supuesto, allí vas a encontrar a los más grandes de esta profesión».

De sus años de estudiante recuerda que la experiencia fue «inmejorable», con un grupo «increíble» de amigos que sigue viendo, «como si no pasase el tiempo a pesar de la distancia». También conoció a profesores con pasión por la docencia y capacidad de motivar «como nunca antes lo había visto», como Ramón Mollà, del departamento de Sistemas Informáticos y Computación. «Y, además, descubrí sin esperarlo mi pasión por la animación», manifiesta Carmona.